La Palabra de Dios nos alimenta, nos fortalece, nos ilumina, nos instruye, nos sana y libera, nos purifica, y nos señala los caminos de salvación y vida. Es por ello que Nuestro Señor nos recuerda en Deuteronomio 30,14: “Mi palabra ha llegado bien cerca de tí, ya la tienes en la boca y la sabes de memoria, y solo hace falta ponerla en práctica”
Si tanto conocemos la Palabra de Dios,
que hasta la sabemos de memoria, porque no la ponemos en práctica o en obra,
tratemos de discernir cual es la razón de ello.
Vamos a buscar la causa de nuestro
actuar, a través del texto de Romanos 7,19-20:
“De hecho no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Por lo tanto,
si hago lo que no quiero, eso ya no es obra mía sino del pecado que habita en
mi.”
En nuestro mundo existen,
paralelamente, dos caminos o reinos: El del Bien y el del mal. Analicemos cada uno de
ellos, de acuerdo a la Palabra de Dios, para poder escoger el camino verdadero
que nos conduzca a la felicidad y paz eterna.
EL REINO DEL BIEN
Dios Uno y Trino es el Rey de los
Cielos, de la Vida, de la Verdad, de la Luz, de la Libertad, de la Salvación,
es la representación del Bien Supremo.
Dios es fuente del amor, de la
misericordia, del perdón, de la bondad, de la justicia, de la paz, y
fundamentalmente de la vida en abundancia.
Dios es el Padre Creador colmado de amor,
bondad y compasión que nos da la vida, el sustento, el techo, todo lo que necesitamos;
nada nos falta mientras estemos en comunión con Él y vivamos bajo su amparo.
Jesucristo nuestro Salvador y Señor,
como el Padre es fuente de amor, bondad y misericordia, es el Camino de Verdad
y Vida que nos conduce al Padre y a la salvación eterna; no hay otro camino de
salvación que Jesucristo.
El Espíritu Santo Santificador procede
del Padre y del Hijo y le corresponde la misma adoración y Gloria, transforma y
renueva nuestro corazón, nos da una vida nueva como hijos de Dios en Cristo
Jesús.
Los hijos de la Luz que escuchan y
hacen la voluntad de Dios viven amando a Dios y a su prójimo, en paz, en
armonía, respetándose mutuamente
cumpliendo lo que dice la Palabra en Romanos 12, 9.21: “Que el amor sea sincere. Aborrezcan el mal y
procuren todo lo bueno. No te dejes vencer por el mal, más bien derrota al mal
con el bien”.
Dios es
fiel, pero también es celoso (Ex 34,14), por ello nos exhorta en Mateo 6,24: “ Nadie puede servir a dos
patrones: necesariamente odiará a uno y amará al otro, o bien cuidará al
primero y despreciará al otro”.
En este
momento nuestro Señor te llama a tomar una decisión definitiva con respecto a
Él, según Deuteronomio 30, 15.19: “Mira que te he ofrecido en este día el bien
y la vida, por una parte, y por la otra,
el mal y la muerte. Lo que hoy te mando es que tú ames a Yavé, tu Dios y sigas
sus caminos…Que los cielos y la tierra escuchen y recuerden lo que acabo de
decir; te puse delante la vida o la muerte, la bendición o la maldición.
Escoge, pues, la vida para que vivas tú y tu descendencia”
Nuestro
Señor nos invita a poner en práctica su Palabra; nos ordena a amarlo con todo
el corazón, las fuerzas, el alma y la mente; a seguir sus caminos de verdad,
vida y salvación ; y a escoger la vida para vivir en felicidad nosotros y
nuestra familia
Para
vencer el mal haciendo el bien debes : Llevar una vida sacramental que te
fortalezca para que te apartes del pecado y las tentaciones; practicar la
lectura diaria de la Palabra de Dios que te va guiar para no extraviasrte del
camino de Dios; comunicarte diariamente con
Dios, a través de la oración y el rezo del Santo Rosario y la Oración de
San Miguel; y haciendo las obras de misericordia con amor genuino.
EL
REINO DEL MAL
El pecado
es el origen de todos los males que vive el mundo, y que surgen a causa de las
pasiones o ambiciones del hombre, como leemos en Santiago 1, 14-15: “Cada uno es tentado por su propia codicia, que lo
arrastra y lo seduce; la codicia concibe y da la luz el pecado; el pecado
crece, y al final, engendra la muerte”
Las
pasiones o ambiciones que encaminan al hombre al pecado, son producto de
nuestra propia naturaleza humana que en esencia es de pecado, y también movidas
sutilmente por el accionar de Satanás, que es el rey de las tinieblas, padre de
la mentira, el acusador, padre de la división, el odio , la maldad y la muerte.
El demonio nos engaña para hacernos hace creer, mediante la
práctica del materialismo y el consumismo, que seremos más felices mientras más
tenemos. Cuando es todo lo contrario, el que más tiene no vive en paz ni es
feliz.
Nos seduce con astucia mostrándonos el
pecado como algo bueno y agradable, allí tenemos el ejemplo de la apetecible
manzana que la serpiente presentó a
nuestros primeros padres, y ellos se dejaron convencer, y con su desobediencia
rompieron su amistad con Dios y surgieron los males en la tierra: soberbia,
rebeldía, mentira, odio y muerte ; y ahora en nuestros días tenemos las
telenovelas (muestran vicios y pecados, te mueven a odiar o a imitar a los
personajes, te muestran historias que no son ejemplo de cantantes, deportistas,
concursos de belleza y de enfrentamiento, etc.
El demonio también influye y actua
directamente sobre la voluntad y libertad de las personas a través del
esoterismo y ocultismo, donde éstas por su falta de confianza en Dios o por
curiosidad practican o consultan: las lectura de cartas, de la hoja de coca,
del cigarro, de horóscopos, ouija, adivinos, brujos, magos, espiritistas, etc.
Dios en Exodo 19,11-12.17.31 dice con dureza: “Yavé aborrece a los que consultan astros, brujos, hechiceros,
adivinos y se dediquen al espiritismo”
Hace algunos años, el enemigo extiende
sus tentáculos hacia los niños y jóvenes, que en una aparente e inocente fiesta
de disfraces ( de las brujas, de los muertos o halloween) pervierten a aquellos
convirtiéndoles en adoradores del demonio, y
de la muerte. Esta celebración tiene su origen en fiestas paganas con
cultos satánicos, que incluso llegan a los sacrificios humanos o misas negras
(druidas). Cuida a tus hijos, a tus nietos, a tu familia.
Los seguidores del maligno viven
esclavos del pecado, con sus frutos de orgullo, odio, envidia, rebeldía, chismes,
rivalidades y haciendo el mal que los llevan a la muerte y a la condenación
eterna; tal como nos revela Mateo 25,41
“Malditos, aléjense de mí y vayan al fuego eterno que ha sido preparado para el
Diablo y sus ángeles”
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