El hombre es la máxima creación de Dios conformado por el cuerpo, el alma y el espíritu (Génesis 2,7).
El cuerpo, para su desarrollo y funcionamiento requiere de proteínas,
carbohidratos, minerales, vitaminas, agua, que se hallan en los alimentos;
mientras que el alma y el espíritu necesitan de alimentos espirituales constituidos
por aquellas acciones, ritos o signos que le sirven para fortalecerlos tales como
los Sacramentos, la oración y la lectura y reflexión de la Palabra de Dios.
La Palabra de Dios o el Verbo Celeste, es el mismo
Jesucristo, que tiene vida eterna, como leemos en Juan 1,1 “En el principio era
la Palabra, y la Palabra estaba frente a Dios, y la Palabra era Dios.” Ella está
contenida en las Sagradas Escrituras, la Biblia, el Libro Santo o Jesús
Palabra, a través de la cual Nuestro Señor nos revela
la inmensidad de su Amor, y el plan de
salvación para la humanidad.
Son muchas las razones, por las que debemos leer y reflexionar diariamente la Palabra de Dios, entre éstas, podemos señalar las siguientes:
1.ES UN PODEROSO
ALIMENTO: “El hombre no vive solamente de
pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4,4)
La Palabra de Dios es para el
espíritu como el pan lo es para el cuerpo. Cuando el cuerpo se alimenta,
produce un poder físico que se llama energía o fortaleza. Cuando el espíritu se
alimenta de la Palabra, produce poder
espiritual que se llama fe. De la misma manera que el cuerpo no puede
alimentarse por semanas del recuerdo de una sola comida, tampoco el espíritu
puede recordar lo que dice la Palabra y permanecer fuerte en la fe.
No tratemos de vivir del recuerdo de la
última comida espiritual, hay que reponer la fuerza de la fe dentro de nosotros, dándonos cada día un banquete con la Palabra de Dios.
El que se alimenta de las Sagradas Escrituras
se olvida del hambre del cuerpo; aquel que se alimenta del Verbo celeste olvida
el hambre. Pues bien, este es el alimento que nutre el alma y calma al hambriento…:
da también la vida eterna y aleja de nosotros las trampas de la tentación del
diablo. Esta lectura de textos sagrados es vida como dice el Señor: "Las
palabras que os he dicho son espíritu y vida" (Juan 6,63).
2. ENSEÑA E INSTRUYE: Is 48,17: “Yo soy tu Dios
y te enseño lo que te es provechoso, indicándote el camino que debes seguir”
(Isaías 48,17).
Los mandamientos, las
normas, las historias, parábolas, milagros, y todo lo que contiene la Biblia son sabias enseñanzas que Dios nos
da para instruirnos como hijos suyos y son para nuestro propio beneficio.
El que deja instruir
por la Palabra llega a conocer más íntimamente al Señor Jesús, y trata de
imitarlo en su amor, misericordia, perdón, paz, unidad, justicia, bondad, etc.,
pudiendo alcanzar incluso sus mismos
sentimientos, deseos y valores, tal como ocurre con la vida de los santos. Ahí
tenemos el caso de Teresa de Calcuta (donde se reflejaba el amor de Dios)
cuando levantaba y cuidaba a los enfermos, a pesar de ser tan menuda y frágil.
La Palabra nos enseña a
conocer la voluntad de Dios, a confiar plenamente en Él, a perseverar en su
camino, y a comunicarnos con Él a través
de la oración, sabiendo que nuestro Señor siempre habla la verdad y que su
fidelidad es eterna
Nuestro Señor nos recalca en Sabiduría 6,25: “Instrúyanse pues por medio de mis
palabras, y con ello obtendrán beneficios”
3. ES FECUNDA: “Como baja la lluvia y la nieve de los cielos y no
vuelven allá sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y haberla
hecho germinar, para que dé simiente para sembrar y el pan para comer, así será
la Palabra que salga de mi boca. No volverá a mí con las manos vacías sino
después de haber hecho lo que yo quería, y haber llevado a cabo lo que le
encargué”(Isaías 55,10-11)
Nuestro
Divino Maestro nos explica a través de la parábola del Sembrador que su
Palabra es
como una semilla que Dios pone en nuestro corazón, y que según como se encuentre
el terreno
del corazón producirá un 30, 40 o 100 por ciento. Dios es el que siembra y hace
germinar su semilla en nuestra vida. Preparemos siempre nuestro corazón para
que esté dispuesto a recibir la Palabra de Dios y producir abundante fruto.
4. ES SANADORA: “La curación no se debió a hierbas o pomadas sino a tu
palabra, Señor, porque tú lo sanas todo” (Sab 16,12)
La Palabra limpia, purifica
y sana de todo pecado, y toda enfermedad como lo comprobamos en el ministerio
de nuestro Señor Redentor, que sólo mediante su Palabra perdonaba pecados y
sanaba a los leprosos, a los paralíticos, a los ciegos, a los sordos y toda
clase de poseídos. Actualmente La Palabra de Dios sigue obrando de la misma
manera que hace dos mil años, en diversas jornadas y misas de sanación que se
ofrecen en el mundo; así como en las celebraciones litúrgicas cuando el sacerdote
exclama: “Por la proclamación de los Evangelios quedan perdonados todos los
pecados”.
La Palabra nos sana y
libera de las enfermedades físicas y espirituales, nos prepara para el cambio
de vida y para el servicio.
Alimentémonos de la Palabra de Dios y
pongamos en práctica sus enseñanza para agradar y hacer su voluntad, como una
retribución por el amor recibido, pues
todo será en beneficio nuestro.
Ten presente que cuanto
más conozcas la Palabra de Dios más conocerás a Jesús y aprenderás a amarlo más, porque nadie ama lo
que no conoce. Y sólo conociendo y amando a Jesús lo podrás anunciarlo a los
demás.
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