El hogar quedó sumiso en la tristeza,
y el padre preocupado por el futuro del pequeño, invitó a vivir con ellos a su hermana mayor; al inicio la tía trataba bien al niño, pero luego comenzó a
insultarlo y maltratarlo, y el pequeño fue creciendo con un carácter introvertido
y triste.
El niño con el tiempo se hizo adolescente, y un día el padre, por sugerencia de su hermana, le dijo a su hijo: -Como has crecido bastante, desde mañana llevarás el rebaño al campo.
El joven obedeció al padre, y llevó a las
ovejas hasta un lugar con abundante pasto y agua; mientras el rebaño pastaba se puso a recordar que su madre le había dicho que
cuando estuviera triste pidiera el auxilio de nuestra Madre, y orando con
devoción le pidió que aliviara sus penas. Momento después se le apareció una
viejecita, que sonriendo lo saludó y le pidió algo para comer, el joven compartió
con ella la comida que llevaba en su
bolsa, y después de comer la anciana le dijo al pastor:
-Veo que tienes un gran corazón, por
haber sido tan bueno conmigo, te voy a regalar una flauta mágica para que nunca
vuelvas a estar triste. Antes de tocar la flauta te harás la señal de cruz y
dirás: ¡Señor en Ti confío!. Luego toca la flauta y verás que todos se ponen a
reír y bailar: personas y los animales,
y no pararán hasta que dejes de tocar.
Al irse la anciana, el pastor hizo
todo lo que aquella le había dicho, y comenzó a tocar la flauta comprobando que
tanto él como sus ovejas bailaban con gran alegría. Y mientras más tocaba los
animales más bailaban. Y desde aquel día el joven pastor nunca más estuvo
triste, salía feliz al campo con las ovejas, que a pesar que bailaban mucho no
se adelgazaban, sino que se ponían más hermosas.
Tiempo después el padre vendió una
parte del rebaño y obtuvo una buena suma, que la repartió con el joven pastor por
el cuidado y dedicación en su trabajo; con ese dinero el pastor compró unas
ovejas que cuidaba junto con el rebaño de su padre, y que con la música de la
flauta, no solo bailaban sino aumentaban en número.
Cierto día el pastor se enteró que la
hija de un hombre acaudalado estaba muy enferma, había perdido el apetito y las ganas de
vivir, entonces tomó dos de sus corderitos y fue a la casa del hombre, sacó su
flauta, se hizo la señal de la cruz y dijo: ¡Señor, en ti confío!, y se puso a
tocar, y todos: el hombre rico, la hija y los sirvientes bailaban y reían
contentos, mientras los corderitos hacían graciosas piruetas.
La
hija recobró el apetito y la alegría, y se enamoró del pastor, y al poco tiempo
se celebró el matrimonio viviendo felices muchos años, bailando y riendo todo
lo que querían.
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