Jacinto
era un joven empleado de una empresa minera de un pueblito andino, que llevaba
una vida frenética en un mundo en que abundaba la comida, la bebida, y las
fiestas de fin de semana. En una de esas noches, después de una gran juerga, soñó
con un anciano que se acercándose, le dijo al oído: ¡Hijo mío, es necesario que
cuides tu vida!
Al
despertar, el joven se puso a meditar sobre lo que significaba aquel sueño, y
pensó que el anciano podría ser su padre, ya fallecido, que le quería advertir
algo referente a su salud. Durante todo el día estuvo cavilando sobre este
extraño sueño, y tomó la decisión de solicitar vacaciones para viajar a la
ciudad de Lima, donde vivía su hermana Juliana, para hacerse un chequeo médico.
Jacinto
arribó a Lima siendo recibido por su hermana Juliana, con muchas muestras de
afecto, porque no lo veía desde hacía mucho tiempo, y le contó el
sueño que había tenido, motivo de su viaje, a lo que ella le sugirió que
visitara la parroquia que quedaba cerca de su casa para dar gracias a Dios por
su viaje, y pedirle consejo al sacerdote.
Jacinto
le respondió: ¡Lo primero es lo primero! Mañana iré al médico, y después iré a
la parroquia. Juliana moviendo la cabeza exclamó: Bueno hermano, tú sabes lo
que haces.
A las 4
de la mañana de día siguiente, Jacinto acompañado de su sobrino fue a formar
cola para conseguir cita con el médico en el hospital nacional, siendo el
primero en llegar. Como se sentía mucho frío, su sobrino le dijo: -Tío, voy al
frente a la carretilla, a comprar dos vasos de café para abrigarnos.
De
pronto, apareció una combi descontrolada que subiendo a la acera, se estrelló
contra la puerta del hospital, Jacinto no tuvo tiempo de esquivar al vehículo,
y quedó tendido muerto sobre la acera.
Muchas
veces, damos mayor importancia a nuestra apariencia física siguiendo dietas,
haciendo gimnasia, vistiendo ropa de marca, etc. o también nos preocupamos
demasiado por nuestra salud, olvidando que lo más importante es cuidar nuestra
alma, que es el regalo más valioso que Dios nos concedió para alcanzar nuestra salvación.
No
tenemos en cuenta lo que nuestro Señor Jesucristo nos dice en Mateo
16,25: "El que quiere salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su vida por mí, la conservará"
Jacinto
había tenido un sueño premonitorio para
que se preocupara por su alma, como le insistió su hermana, pero obstinado en su
criterio perdió la oportunidad de salvar su alma.
Mientras
Dios nos da la vida, aprovechémosla para cuidar nuestra alma que es inmortal,
procurando vivir de acuerdo a la voluntad de nuestro Padre Dios.
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