martes, 9 de junio de 2015

EL PODER DEL ESPÍRITU SANTO


Dios Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo, posee el extraordinario poder para transformar,  cambiando radicalmente tanto a las personas, las situaciones, y cosas, como señala el texto de Isaías 32,15 : “Pero sobre nosotros se derramará el espíritu desde arriba. Entonces el desierto se transformará en vergel, y lo que ahora es llamado vergel será tenido por terreno baldío”.                                                   
El Espíritu Santo, procede de arriba, de lo alto, del cielo dado que tiene la misma esencia, naturaleza o sustancia que  Dios Padre y Dios Hijo, y de cuyo amor y comunión mutua surge, por lo tanto le corresponde la misma adoración, honor y gloria.
Isaías nos asegura que el Espíritu de Dios puede transformar el desierto, sinónimo de aridez, soledad, desolación o abandono en el que está convertida nuestra vida,(cuando creemos que no valemos nada o somos despreciables) en un gran vergel, esto es un jardín, huerto o edén cubierto  de abundantes flores y frutos.
Las flores, que con su hermosura y fragancia, nos  recuerdan que somos la bella creación de Dios, y cuyo aroma como buen olor a Cristo debemos elevarse al cielo mediante nuestras alabanzas y oraciones, reconociéndonos como hijos adoptivos de Dios.
Los frutos abundantes que Dios nos proporciona mediante su Espíritu son el amor, la paz, la comprensión mutua, la alegría, y la fe, para compartirlos con los demás  en la comunidad.
Así mismo, Isaías señala que el Espíritu con su poder, de la misma manera que transforma un desierto en vergel, también puede hacerlo a la inversa, de tal manera que quien ahora es un vergel con frutos pero no los comparte, y sólo lo usa para sí mismo será trastocado en un terreno baldío, esto es inservible, sin valor, sin utilidad.
Confiados en el gran poder transformador del Espíritu Santo, acerquémonos con humildad, fe y confianza a nuestra Madre María para que interceda por nosotros pidiendo la unción del Espíritu Santo que nos de la fuerza, la perseverancia y fidelidad necesarias, para vencer al pecado y continuar firmes en el camino del Señor.

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