“Yo he venido al mundo como luz, para que todo el que
crea en mí no permanezca en las tinieblas” (Juan 12,46)
Jesucristo es la Luz, que el mundo necesita
con urgencia, para que nadie viva en las tinieblas; todo aquel que cree en
Él, y lo sigue, no caminará en
tinieblas, por el contrario tendrá luz y vida en abundancia.
El que va tras los pasos de Jesús,
al recibir su luz también se transforma en un ser que irradia luz y una vida nueva, que lo aleja de las tinieblas del pecado, del temor,
de la ceguera, y del peligro de las caídas o tropiezos.
Cuando vivimos haciendo su
voluntad, el Señor nos invita a ser luz y sal del mundo, a ejemplo de Él, para
iluminar con nuestro testimonio de vida a los demás, evitando que otros
tropiecen, y ayudando a sazonar los diversos sinsabores que tendremos que experimentar
en la vida. Solo siendo luz y sal seremos útiles, sino nos perderemos en el
olvido y el suplicio eterno.
Viviendo en la Luz, con la Luz y
por la Luz tendremos vida en abundancia, y la transmitiremos a los que nos
rodean para que se abriguen, se iluminen, y sientan el calor y el fuego ardiente del
amor de Dios.
Alumbrar el camino de los demás no
es una tarea fácil, pero es posible con la ayuda del Señor, que desea que toda
la gente lleve encendida su luz, para que el mundo entero se ilumine, y las
sombras desaparezcan.
Seamos luz para los demás,
portémonos con hijos de la luz con “bondad,
con justicia y según la verdad, pues ésos son los frutos de la luz” (Efesios
5,8-10), porque de esta manera estaremos agradando a Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario