En una ocasión tres amigos conversaban cordialmente, el mayor
de ellos preguntó: -¿Cuál creen que es el animal más terco?. El que le seguía
en edad, respondió con seguridad: ¡El burro!; y el otro amigo, replicó: No amigos,
el más terco es la mula.
El que había hecho la pregunta, agregó: La mula no es el
animal más terco, sino todo lo contrario, como veremos en una historia real de
la vida de San Antonio de Padua, que paso a contarles:
“San
Antonio de Padua predicaba en el pueblo de Rimini (Italia) sobre la presencia
de Jesús en la Santa Hostia; sin embargo los herejes no aceptaban las razones
del Santo y le rebatían. El jefe de ellos, Bonvillo, dijo: - “Si quieres que yo
crea en ese misterio, has de hacer el siguiente milagro: Yo tengo una mula; la
tendré sin comer tres días continuos, pasados los cuales nos presentaremos
juntos ante ella; yo con la cebada, y tú con tu Sacramento. Si la mula, sin
pensar en la cebada, se arrodilla y adora ese Pan, entonces también yo lo
adoraré”.
Aceptó
San Antonio la prueba, y se retiró a suplicar el auxilio de Dios con oraciones,
ayunos y penitencias.
Durante
tres días el hereje privó a la mula de todo alimento, y luego la sacó a la
plaza pública. Al mismo tiempo, por el lado opuesto de la plaza, entraba en
ella San Antonio, llevando en sus manos una Custodia con el Cuerpo de Cristo;
todo ello ante una multitud de personas ansiosas de conocer el resultado de aquel
compromiso.
El
Santo encarándose con la mula, le dijo: -“En Nombre de aquel Señor a quien yo,
indignamente, tengo en mis manos, te mando que vengas a hacer reverencia a tu
Creador, para que todos entiendan la verdad de esta Altísimo Sacramento”.
Mientras,
Bonvillo echaba cebada a la mula para que comiese; pero la mula sin hacer caso
a la comida avanzó pausadamente, como si hubiese tenido uso de razón, y,
doblando las patas ante el Santo que mantenía levantada la Sagrada Hostia,
permaneció así hasta que San Antonio le autorizó se levantara.
Bonvillo
cumplió su promesa y se convirtió de todo corazón a la fe católica; y los
herejes se retractaron de sus errores. San Antonio después de bendecir con el
Santísimo entre vítores y aplausos, condujo la Hostia en procesión al Templo,
para dar gracias a Dios, por el milagro y la conversión de muchos herejes”.
Ojalá
que todos, en vez de ser como “Tomás” que solo cree cuando ve, sigamos el
ejemplo de Bonvillo creyendo con fe y certeza plena, que Jesucristo está
presente en Cuerpo, Alma, Sangre y Divinidad en la Hostia Consagrada, y lo
adoremos en su Santuario a través de la
Comunión en la Santa Misa.
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