lunes, 20 de julio de 2015

UN MILAGRO DE SAN ANTONIO DE PADUA




En una ocasión tres amigos conversaban cordialmente, el mayor de ellos preguntó: -¿Cuál creen que es el animal más terco?. El que le seguía en edad, respondió con seguridad: ¡El burro!; y el otro amigo, replicó: No amigos, el más terco es la mula.
El que había hecho la pregunta, agregó: La mula no es el animal más terco, sino todo lo contrario, como veremos en una historia real de la vida de San Antonio de Padua, que paso a contarles:
“San Antonio de Padua predicaba en el pueblo de Rimini (Italia) sobre la presencia de Jesús en la Santa Hostia; sin embargo los herejes no aceptaban las razones del Santo y le rebatían. El jefe de ellos, Bonvillo, dijo: - “Si quieres que yo crea en ese misterio, has de hacer el siguiente milagro: Yo tengo una mula; la tendré sin comer tres días continuos, pasados los cuales nos presentaremos juntos ante ella; yo con la cebada, y tú con tu Sacramento. Si la mula, sin pensar en la cebada, se arrodilla y adora ese Pan, entonces también yo lo adoraré”.
Aceptó San Antonio la prueba, y se retiró a suplicar el auxilio de Dios con oraciones, ayunos y penitencias.
Durante tres días el hereje privó a la mula de todo alimento, y luego la sacó a la plaza pública. Al mismo tiempo, por el lado opuesto de la plaza, entraba en ella San Antonio, llevando en sus manos una Custodia con el Cuerpo de Cristo; todo ello ante una multitud de personas ansiosas de conocer el resultado de aquel compromiso.
El Santo encarándose con la mula, le dijo: -“En Nombre de aquel Señor a quien yo, indignamente, tengo en mis manos, te mando que vengas a hacer reverencia a tu Creador, para que todos entiendan la verdad de esta Altísimo Sacramento”.
Mientras, Bonvillo echaba cebada a la mula para que comiese; pero la mula sin hacer caso a la comida avanzó pausadamente, como si hubiese tenido uso de razón, y, doblando las patas ante el Santo que mantenía levantada la Sagrada Hostia, permaneció así hasta que San Antonio le autorizó se levantara.
Bonvillo cumplió su promesa y se convirtió de todo corazón a la fe católica; y los herejes se retractaron de sus errores. San Antonio después de bendecir con el Santísimo entre vítores y aplausos, condujo la Hostia en procesión al Templo, para dar gracias a Dios, por el milagro y la conversión de muchos herejes”.
Ojalá que todos, en vez de ser como “Tomás” que solo cree cuando ve, sigamos el ejemplo de Bonvillo creyendo con fe y certeza plena, que Jesucristo está presente en Cuerpo, Alma, Sangre y Divinidad en la Hostia Consagrada, y lo adoremos en su Santuario a través  de la Comunión en la Santa Misa.  
 
 
 
 


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