viernes, 17 de julio de 2015

¡SOMOS HIJOS DE DIOS!






“Ustedes son ahora sus hijos; por esta razón Dios mandó a nuestros corazones el Espíritu de su propio Hijo que clama al Padre: ¡Abba! o sea ¡Papito!” (Gálatas 4,6)

 

Dios es nuestro Padre y Creador. Es hizo, hace y hará todo perfecto. Desde el inicio de su creación vio que todo lo hacía era bueno, por ello quiso crear su obra suprema al final: el hombre. Somos obra de sus divinas manos, su creación “…Yavé formó al hombre con polvo de la tierra, y sopló en sus narices aliento de vida, y existió el hombre con aliento y vida” ( Génesis 2,7);  y en consecuencia, sus hijos amados. Aún, el más pequeño de los hombres, es el más grande    ante  los  ojos de   Dios, nuestro Padre, porque  en él, tiene puesta especialmente su mirada.

 

Somos de un gran valor ante sus ojos, porque somos su máxima creación, nos hizo a su imagen y semejanza, y su amor es tan grande que nos envió a su único Hijo Jesucristo para salvarnos y  revelarnos el misterio del amor de Dios a los hombres, y por Él conocimos que ese amor es eterno, gratuito, incondicional y fiel.

 

Como somos muy valiosos para nuestro Padre, Él nos cuida siempre y nos brinda todo lo que necesitamos para vivir: el aire, el sol, el agua, los alimentos, el vestido, el trabajo, nuestras familias, etc.

 

Nuestro Padre siempre nos acompaña y está pendiente de nuestras necesidades,     como   sucedió cuando los israelitas padecían hambre y sed en el desierto durante su peregrinaje a la liberación, y ante sus clamores le envió maná, codornices, y abundante agua; y los acompañaba, durante el día, como una nube en forma de columna,  y en las noches como una columna de fuego.

 

En las tempestades y pruebas (enfermedades tristeza, soledad, angustia, desgracia, etc.) no debemos angustiarnos porque nuestro Padre no nos dejará solos, todo lo contrario estará a nuestro lado amándonos, cuidándonos, hablándonos y abrazándonos a través de Jesús y su Santo Espíritu.

 

Demos gracias a Dios por habernos creado, hecho sus hijos, y nombrarnos herederos de su Reino; vivamos su amor con nuestra familia y nuestro prójimo haciendo siempre su voluntad y el bien, como verdaderos hijos de Dios.

 

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